20 razones para confiar en tu mascota - 9 - 98 - 41010

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En la mayoría de los países occidentales el número de hogares que cuentan con mascotas es cada vez mayor, principalmente perros y gatos, ha crecido firmemente en las mascotas100 últimas décadas, aunque tambien se elige como mascota a otros animales como loros . No obstante, la utilización del término mascota ha recibido distintos cuestionamientos en tanto no respetaría la integridad del animal. En su lugar muchos autores han optado por la utilización de la expresión animal de compañía, la que connotaría una relación más igualitaria. Sin embargo, esta expresión también ha recibido cuestionamientos y no necesariamente resulta reemplazable con el término mascota.

Mascota frente a animal de compañía semeja reflejar la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados. Se exponen desarrollos sobre el origen de la tenencia de mascotas y su evolución histórica, y se discuten a partir de los más recientes cambios culturales. Finalmente, como conclusión, se resalta el potencial de estos animales para confrontar a las personas respecto de su posicionamiento antropocéntrico dentro del mundo, fomentando un acercamiento más igualitario hacia los el gato persa animales y el mundo natural.

¿QUÉ ES UNA MASCOTA? OBJETOS Y MIEMBROS DE LA FAMILIA

Hace 2 o 3 años, en uno de los paseos habituales que efectuamos con mis perras por el parque, comenzaron a jugar con un cachorro de Beagle de unos seis meses de edad. Aprecié que el cánido andaba con dificultad y le pregunté a su dueña por esto. Ella me comentó que se trataba de una patología crónica de los nervios de las patas traseras de origen impreciso, que al comienzo había pasada desapercibida en tanto el animal era pequeñísimo al instante de su adquisición, pero que luego se había hecho muy evidente.

Me contó que tras una serie de estudios veterinarios había ido al vivero a solicitar el reembolso de su dinero, debido a la patología del animal. El criador le había referido que posiblemente no se tratara de un inconveniente congénito, en tantos los padres y hermanos del perrito no habían mostrado un cuadro afín. De todas y cada una formas, el hombre habría admitido su reclamo, ofreciéndole 2 alternativas: entregarle un nuevo cachorro o bien reembolsarle su dinero; claro, siempre y cuando ella devolviese el can enfermo al criador. La mujer manifestó que no estaba presta a dar al animal, en tanto había comenzado a formar un vínculo con él y suponía que el criador acabaría por sacrificarlo. Esto parecía haber incrementado su indignación hacia el maligno criador.

Le pregunté entonces qué haría si volviese al instante de la compra: si escogería a su perro o si escogería a un hermano sano. Ella se mostró desconcertada, y sin lograr responder, de manera rápida arremetió de nuevo contra la moral del criador y refirió sus intenciones de denunciarlo.

INTRODUCCIÓN

Ancestralmente, en distintas culturas en torno a todo el planeta, los animales han sido respetados como compañeros esenciales en la supervivencia y en la salud de las personas. Muchas tradiciones espirituales han honrado las relaciones entre humanos y las formas de vida animal, como una parte de la interconexión con el mundo natural y espiritual (Serpell, 2006).

Sin embargo, las actitudes humanas hacia los animales han sido excepcionalmente variables y arbitrarias entre distintas culturas. Probablemente estas diferencias tengan un origen tanto materialista —existiendo motivos económicos relacionados— como también en las connotaciones emocionales y simbólicas particulares (Kobayashi, 2011; Serpell, mil novecientos noventa y seis). Los animales son vitales para sociedades de cazadores-recolectores y ganaderos, que se basan en ellos directamente para conseguir comida, lana, cuero, herramientas y otros materiales. Además, son fundamentales en las sociedades agrícolas y en las civilizaciones que surgieron de estas, donde además de materiales proveían fuerza motora (York & Mancus, dos mil trece).

Los animales han tenido una profunda repercusión en las diferentes sociedades humanas desempeñando un rol esencial a lo largo de la historia de la humanidad (York & Mancus, dos mil trece). Actualmente forman uno de los componentes naturales de mayor significado socioeconómico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, 2010). Los humanos utilizan animales de múltiples formas, mayormente con relación a productos tangibles o bien servicios, como ser la producción de comestibles o bien pieles, transporte, seguridad o bien investigación biomédica (Sandøe, Corr, & Palmer, dos mil dieciseis).

Al tiempo que la mayoría de los animales domésticos son explotados con indiferencia a partir de los recursos económicos y los servicios prácticos que proveen, existe una categoría totalmente diferenciada de animales domésticos, la cual, por motivos no evidentes, está exceptuada de este trato (Serpell, 1996; Serpell & Paul, 1994). Estos animales, son mantenidos en los hogares de las personas donde parecen tener un propósito escasamente definido. A estos nos referimos generalmente como mascotas (Sandøe et al., dos mil dieciseis); y los animales que prototípicamente representan esta categoría son los perros y los gatos.

En la mayoría de los países occidentales, el número de hogares que cuentan con perros o gatos ha crecido de manera firme en las últimas décadas (Serpell, dos mil dieciseis). En U.S.A. en el año dos mil once más de un tercio de los hogares tenían uno o más perros, y poco menos de una tercera parte tenía uno o bien más gatos (American Veterinary Medical Association, dos mil doce). Cálculos más recientes efectuados por la American Pet Products Association (s.f.) estimaron que entre el 2015 y el 2016 más del 44 por cien de los hogares estadounidenses contarían con cuando menos un perro de compañía. En la UE en el dos mil catorce se halló que poco más del veinticinco por ciento de los hogares tenían cuando menos un gato, y alrededor del 18 por cien tenía por lo menos un perro (European Pet Food Industry Federation, 2014).

El informe últimamente publicado por el Ministerio de Hacienda respecto de la tenencia de animales de compañía en la Urbe Autónoma de Buenos Aires (Dirección General de Estadística y Censos, 2016) estimó una población sutilmente superior: cuatrocientos treinta con cero perros, a razón de un can cada 7.14 personas, y doscientos cincuenta con cero gatos, a razón de un gato cada ciento veinticinco personas.

Las mascotas pueden cambiar extensamente, incluyendo diferentes especies de mamíferos, aves, peces y reptiles. En el último relevamiento demográfico de animales de compañía publicados respecto de la Ciudad Autónoma de la ciudad de Buenos Aires por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, se estimó un total de ochocientos sesenta y cinco mil novecientos ochenta y cuatro animales. De estos, el 49.19 por ciento eran caninos, veintitres y ochenta y siete por ciento felinos, trece y sesenta y nueve por cien aves y trece y veinticinco por cien de otras especies (Bovisio et al., dos mil cuatro).

Mientras que las relaciones establecidas con algunos de estos animales resultan relativamente parasociales y unilaterales (e.g., tortugas, peces), las relaciones establecidas con otras mascotas, como perros y gatos, implican compañía, contacto físico y bienestar. No obstante, podemos englobarlos a todos en una misma categoría y referirnos a todos bajo el término. Entonces, ¿qué es una mascota?

¿CÓMO SE DEFINEN?

En castellano la palabra mascota tiene tres acepciones, en tanto designa una persona, animal o cosa que sirve de talismán atrayendo buena suerte, un género de sombrero flexible, y un animal de compañía (Diccionario de la Real Academia Española, 2014). La lengua castellana lo tomó del francés mascotte, préstamo tardío (de mil ochocientos sesenta y siete) del provenzal mascoto, que en francés significa “brujería, embrujo”, y que se difundió a partir a la opereta de Audran La Mascotte de mil ochocientos ochenta, que rondaba en torno a una joven que atraía buena suerte (Currel, dos mil seis).

En inglés, mascota (pet) tiene diferentes acepciones, mas aquella que se refiere al animal de compañía lo define como un animal típicamente amaestrado o amansado, que es mantenido por placer o compañía (Stevenson, dos mil diez).

En las definiciones de mascota, en tanto animal de compañía, se destaca la tendencia a discriminar los animales mantenidos esencialmente por motivos sociales, sensibles o bien sentimentales (i.e., mascotas) de aquellos animales mantenidos por propósitos económicos o prácticos (i.e., animales de trabajo, ganado, animales de experimentación). De todas y cada una formas, se reconoce que ambas categorías puedan sobreponerse en la práctica, como ocurre con los perros guía o bien perros pastores (Serpell & Paul, 2011).

Una definición extensamente admitida de la mascota como animal de compañía, la describe como aquel animal que se halla bajo control humano, vinculado a un hogar, compartiendo intimidad y cercanía con sus cuidadores, y recibiendo un trato especial de cariño, cuidados y atención que garantizan su estado de salud (Savishinsky, 1985). Aunque los humanos han mantenido como mascotas una gran variedad de animales —incluyendo grillos, tigres, cerdos, vacas, ratas, cobras, caimanes, águilas— los animales prototípicos que identifican la categoría mascota son los perros y los gatos (Herzog, 2012).

En nipón es posible denominar a una mascota como petto o bien como aigandôbutsu (literalmente “animales para querer y con los que jugar [o disfrutar]”); y mientras que ciertas especies, como perros y gatos, son referidos de ambas formas, otras como los grillos o bien escarabajos —en su conjunto llamados mushi— son referidos en la literatura usualmente como petto, mas jamás como aigandôbutsu (Laurent, 2000).

En la cultura occidental, hoy día el término mascota no goza de popularidad en tanto no respetaría la propia integridad y dignidad de los animales (Sandøe et al., 2016), y animal de compañía ha sido preferido por muchos estudiosos en el campo de las interactúes humano-animal. Este último término hace referencia a la primordial función que la gente refiere de muchos de estos animales y a la vez connota una relación de mayor igualdad (Staats, Wallace, & Anderson, 2008; Walsh, 2009).

La expresión animal de compañía se ha mostrado asimismo problemática, en tanto el término de compañía, o en inglés asimismo compañero (companion), pasa por alto el hecho de que los humanos son por norma general considerados los dueños de sus compañeros no-humanos; y, además, animal obscurece el hecho de que los humanos también son animales (Redmalm, dos mil trece). Algunos autores rechazan también este término en tanto muchas mascotas no se configuran como compañeros (y también.g., Herzog, dos mil doce).

Así mascota y animal de compañía no necesariamente serían términos intercambiables, sino el primero entendería un amplio rango de animales con los que las personas elijen vivir, y el segundo término reflejaría un subconjunto de mascotas con los que las personas tienen un vínculo especial e interactivo (Sandøe et al., 2016).

Por otro lado, legalmente los animales de compañía son considerados propiedades (Irvine, 2004; Miller, 2011). Si bien resulta innegable que en tanto las personas compren animales legítimamente son sus dueños o propietarios, diferentes organizaciones dedicadas a la protección de animales hacen referencia a sus tenedores como custodios, buscando reflejar la relación subjetiva que existe con el animal (Armstrong et al., 2001). Si bien este término, cuando menos de manera simbólica, genera un corrimiento del modelo de propiedad hacia uno más bien familiar, tiende a situar la cuestión en un territorio de parentalidad; esto puede contribuir a la infantilización de estos animales al paso que carece de cualquier clase de respaldo legal (Miller, dos mil que come la cacatua once). A diferencia de quien tiene la custodia de un niño, quien ejerce la custodia sobre una mascota está autorizado a deshacerse de ella, venderla, caparla o sacrificarla. Para Herzog (dos mil doce) los términos animal de compañía y protejo son solo ilusiones lingüísticas que aparentan que no poseyéramos a los animales con los que vivimos.

Se ha propuesto la integración legal de los animales de compañía como propiedad viviente y el reconocimiento de sus derechos legales (Favre, 2000; 2010). No obstante, si estos animales son entendidos fundamentalmente como una clase de seres vivos que existen para brindar placer y compañía a los humanos, entregarle un valor intrínseco a su vida hace que sea cuestionable su posesión y tenencia, sea que los llamemos mascotas o bien animales de compañía (Irvine, dos mil cuatro).

Por su parte, el término mascota permitiría destacar la asimetría y jerarquía que existe en la relación entre humanos y estos animales (Belk, 1996). A su vez resalta la situación paradójica que estos ocupan, siendo productos de mercado y al unísono siendo incluidos en la esfera humana como miembros de la familia (Redmalm, 2013). De esta forma, los perros y gatos de compañía pueden ser pensados como criaturas que hacen equilibrio entre la naturaleza y la cultura, simultáneamente incluidas y excluidas de un nosotros humano. Mascota contra animal de compañía refleja la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados (Belk, 1996).